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Juan Rolando Paz

 

Fragmento de poema "El desplazado" por Walter Ramos

 

Soy un triste campesino
De mi tierra he venido,
Dejé el campo que es mi gloria
Para no pasar a la historia
Como muchos han pasado
Que murieron masacrados
Y sólo están en la memoria.
A punta de metralla
Para dónde va Colombia
Convertida en una bomba
Que en cualquier minuto estalla,
El campesino está en la raya
Lo sostiene un Dios divino
Si se tuerce de camino 
Ha firmado su sentencia
Y se muere sin clemencia
Las balas son su destino.
Tan sagrada que es la vida
Y no la están respetando;
Muchas viudas van quedando 
En mi Colombia querida.
Los niños con el alma herida
Llenan de odio su corazón,
Y piensan y con razón
En nadie tienen confianza
Sólo quieren la venganza
“¡Dios mío tenles compasión!


 

Por muchos años Don Juan estuvo rodeado de bambúes, cedros y  helechos de palma que susurraban en las inmediaciones de su casa en la zona rural de San Agustín, Huila, mientras hacía sus labores normales de artesanías. 

 

Las orillas del río Magdalena albergan muchas de las pierdas con las que hacía su trabajo, así que se desplazaba hasta allí con cierta frecuencia para recolectarlas; cierto día, cuando adelantaba su labor, fue abordado por tres guerrilleros quienes le advirtieron, enseñando las armas que reposaban debajo de sus ruanas, que debía irse de la región. Don Juan accedió y en el año 2000 se trasladó junto con su familia a una casa cerca del pueblo en donde por un tiempo pudo vivir en paz.

 

Sin embargo, la acción intimidante se repetiría poco tiempo después ante la permanencia en San Agustín de Don Juan y su familia quienes se resistían a abandonarlo todo; sucedió una noche en la que regresaba a la casa después de  vender algunas pulseras y collares en la zona céntrica del pueblo, esta vez lo amenazaron diciéndole que se fuera lejos porque ya sabían dónde vivía.

 

“El problema es que si uno no colabora con estos grupos, ellos lo sacan del territorio, le dan un plazo y si uno no cumple pues lo matan (…) en el caso mío, tenía dos hijos varones y cuando uno tiene dos hijos varones el uno se lo llevan y el otro se lo dejan a uno, entonces uno teniendo dos hijos procura es como mejor salirse de allá”, señala, con la serenidad que lo caracteriza.

 

Su hijo mayor terminó por irse a prestar servicio y Don Juan junto con el resto de su familia por venirse a Bogotá en búsqueda de oportunidades.

 

Una vez en Bogotá, ya no se contemplaban los árboles frondosos, el paisaje adornado de orquídeas se convirtió en un humeante y depresivo cuadro gris, y la amabilidad de sus coterráneos había sido remplazada  por el estigma y el rechazo de la sociedad, por los exagerados requisitos para arrendar una pieza, por los altos costos de vida y, por los vicios que merodean cada esquina de la capital.

 

Estuvo sumido en el flagelo del consumo de drogas y el alcoholismo después de separase de su esposa y de sus hijos, mientras se rebuscaba la vida vendiendo manillas en el centro de Bogotá.

 

Él mismo reconoce que tocó fondo, afortunadamente poco después acudió al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, para desafiar su realidad con el firme propósito de alcanzar nuevas metas e ideales.

 

El primer paso fue declararse oficialmente víctima del conflicto armado, posteriormente vino la vinculación al proyecto “Cartongrafias de la memoria”, su nombre está compuesto por dos conceptos: cartón y grafías, el primero hace referencia al material reciclable con el que están hechas las memorias y el segundo a los signos de representación de la escritura, allí, él, junto con otras víctimas de diez localidades de Bogotá y Alberto Centeno, un artista plástico mexicano que se enamoró de la iniciativa y ahora es su guía, ha relatado su historia a través de dibujos, pinturas y cuentos que no solo reúnen el suceso trágico en el que se vio involucrado a causa de la guerra sino los lugares, los objetos, los personajes, los oficios y todo lo que era fundamental en su vida.

 

“Hubo muchas lágrimas, cuando empezamos a escribir con nuestro lápiz y nuestra hoja, a recordar cómo era nuestra casa y todo eso, entonces fue muy duro (…) pero ya con el tiempo que llevamos nos ayuda a colaborarnos el uno al otro y a restaurar nuestros corazones, porque ya ahorita no hay temor, ya uno saca todo lo que tiene guardado en ese corazón que no le sirve sino como para destruirlo a uno”, señala Don Juan.

 

En la actualidad Don Juan, además de representar el drama de su experiencia en las agendas de la memoria, adelanta labores pedagógicas en colegios y universidades que permiten la visibilización y sensibilización  del conflicto a través de diversas manifestaciones artísticas.

 

En medio de las tareas que ahora ocupa a Don Juan, se le ve con una renovada esperanza por un futuro mejor, manifiesta no sentir rencor por quienes hicieron que abandonara su casa, su tierra y sus raíces. Conserva vivas sus ilusiones, sueña con tener un apartamento grande como los que se alzan ante sus ojos cada vez que se asoma a la ventana de su casa, pero sobre todo, sueña con que “todas las personas que han hecho daño (…), algún día reconozcan lo malo que han hecho por cada familia, por nuestra tierra y por nuestra Colombia que verdaderamente no merece eso”. 

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