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Maria Sanabria

 

Jaime Steven Valencia Sanabria, desapareció el 6 de febrero del 2008 en el municipio de Soacha, al sur de Bogotá. Su madre, Doña María Sanabria, luego de que en un día cualquiera su hijo saliera mientras ella se encontraba fuera de casa, empezó a sentir la angustia natural de madre cuando su hijo tras varios días de espera no regresa a casa. Así, Doña María, que ya había preguntado con sus amigos y vecinos sobre el paradero de su hijo, se acercó a la Fiscalía para dar aviso de la extraña situación.

 

La respuesta que recibió por parte de los funcionarios de la Fiscalía, fue que probablemente el joven como cualquier otro chico de su  dad, estaría de fiesta, con sus amigos, novia,  o expresando alguna acción de rebeldía. Con el desasosiego y desolación de una madre que no tiene idea de lo que sucede con la vida de uno de sus hijos, Doña María regresó a su casa con la esperanza quebrada pero a la vez intacta que su hijo pronto regresaría. En ese momento una de sus hijas le cuenta que Jaime Steven había llamado para decir que se encontraba en Ocaña Norte de Santander, pero que se notaba extraño, que su actitud era fría y distante. Doña María, sintió un bálsamo de alivio en aquel momento, pero no dejó de cuestionarse sobre el estado su hijo.

 

Al trascurrir un mes de la llamada y desaparición de Jaime Steven, Doña María con el alma angustiada, no aguantó más la incertidumbre y salió a buscar a su hijo en hospitales, Medicina Legal y en los lugares que Jaime frecuentaba. No obstante, su búsqueda terminó luego de regresar de un viaje a Valledupar, cuando su hija le contó la lamentable noticia: ‘Chivito’ –como le decía– había sido hallado muerto y acusado como guerrillero.

 

La noticia fue como una bala que impacta directo al corazón. Un dolor indescriptible, una realidad que no quiere ser aceptada. Aun así, Doña María con la ayuda de amigos y el Personero municipal de Soacha de esa época, lograron traer el cuerpo de su hijo de tan solo 16 años de edad. Doña María, no dejaba de cuestionarse sobre lo sucedido y se lo hizo saber a los funcionarios de la Fiscalía y Medicina Legal que acusaban a su hijo de guerrillero: “¿sí mi hijo fue desaparecido el 6 de febrero y asesinado el 8 de febrero según el informe de la Fiscalía, en qué momento fue un guerrillero?”

 

Luego de los informes entregados por la Fiscalía y por Medicina Legal, Doña María cree que a su hijo se lo llevaron con engaños y mentiras sobre un futuro más prometedor del que vivía, cree que fue el Ejército quien hizo el levantamiento del cuerpo para manipular las pruebas y desaparecer cualquier tipo de evidencia.

 

Finalmente, las investigaciones acabaron confirmando que muchos de los asesinatos e incluso el de Jaime Steven, fueron llevados a cabo por la Brigada Móvil nº 15 y el Batallón de Infantería nº 41 del Ejército. Fue en ese momento en que Doña María, con el dolor de la muerte de su hijo, pero con la fuerza del mismo, decidió convertirse en un arma, en una bala, una que impacta en la memoria, en la mente y en la conciencia de quien por su lado pasará.

 

Fue ahí donde Patricia Ariza, Directora del Teatro La Candelaria, apareció en su camino. Patricia le ofreció a Doña María que narrara su historia y denunciara lo sucedido de otra forma, una forma que no sería manipulable en los medios, sino que sería expresada en tiempo real por ella misma. Así fue como Doña María reunió a varias madres de Soacha que corrieron con la misma desdichada y empezó a alzar su voz, sus gestos, su cuerpo y hasta su vida para contar lo que no quería ser contado.

 

Doña María dejó atrás el miedo de las amenazas que recibía por denunciar lo ocurrido y, convirtió su miedo y dolor en una fuerza que hoy lleva a donde va. Se puso su traje negro, se recogió el pelo, se maquilló y tomó su pequeño ramo de flores para subirse a un escenario y allí poner su mirada sobre cada espectador; porque Doña María en escena habla fuerte, en escena canta y recita poemas. Encima de las tablas del teatro y donde la invitan junto a su grupo, concentra todo el dolor, la rabia y la indignación para alzar ante la mirada del público la foto de su hijo. Es así como Doña María Sanabria vive hoy. Y aunque sabe que lo que hace no borra el pasado y no cambia su historia, es una plena convencida de que su labor cala en la mente y en la memoria de quienes la vean y escuchan.

 

“Hemos denunciado con arte, con canciones, con poesías y dramatizaciones, porque son ellos, nuestros hijos los que nos impulsan hacer esto y aunque no ha sido fácil aprender esto nuevo, son los rostros de nuestros hijos, los que nos inspiran a hacerlo”, expresa. 

 

Doña María ha participado en varias obras organizadas por el Teatro La Candelaria. Actualmente hace parte de Antigonas Tribunal de mujeres, un colectivo de mujeres víctimas del conflicto que han dejado a varios de los suyos sin vida. Ha viajado a varios departamentos del país y estuvo en el 2010 en España, Alemania, Bélgica, Holanda, Dinamarca e Irlanda divulgando a través de sus expresiones artísticas lo que aconteció con su hijo.

 

Ella se siente feliz de alguna manera porque hoy en día, las denuncias de las ejecuciones extrajudiciales de falsos positivos ascienden a 5880 y pasa sus días en charlas, conferencias, testimonios y cuanto evento la invitan para encender las alarmas de lo que ha sucedido en el país y lo que desea que jamás se vuelva a repetir. Su gratificación proviene no de ver a un auditorio lleno y recibir aplausos del público, sino de tener la certeza que no ha dejado en vano la muerte de su hijo, que no ha permitido que el dolor y el miedo la opaquen, sino que ha trabajado constantemente para que ningún joven más en este país sea denominado como un ‘falso positivo’.

 

 

 Canción a las victimas

 

 

 

 

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